martes, 11 de febrero de 2025

Infodemia irresponsablemente Conspiranoica: ¡Cuando la Ignorancia se Disfraza de Verdad y la Mentira se Vende como Revelación”! (primera parte)


¿La VERDAD?, permítanme una simple pregunta ¿Qué pensarían si les dijera que dos más dos nunca ha sido cuatro, y que les han estado engañado toda la vida? Esto es, simplificadamente lo que experimentamos aquellos profesionales implicados en uno de los campos más complejos como el de la investigación y experimentación en seres humanos cuando escuchamos los argumentos como los aquí expresadas.

Esta entrevista, al parecer sin haberlo querido, esta tan plagada de desinformación que resulta difícil para mí como neurólogo, investigador y profesor aceptar sin refutar. No porque tenga opiniones diferentes o no tenga la capacidad de escuchar puntos de vistas muy alejados al mío personal y profesional, sino porque como neurocientífico me sorprende el nivel de desinformación que observo.

Les pido, sincera y modestamente se tomen un instante en el que intentaré exponer algunos de los sinsentidos aquí planteados como “VERDAD” cuando son meras suposiciones anecdóticas, sin presentar argumento válido alguno, ni evidencia científica, ni de ningún tipo.

Iré de lo general a lo particular, tocando genéricamente los temas y mecanismos que nos afectan a todos, y particularizándolos al final refutando los ejemplos aquí planteados en la entrevista.

Refutar teorías conspirativas es extremadamente difícil debido a varios factores, especialmente los de tipo psicológicos, incluidos los sesgos cognitivos y las falacias. Dado que nos es imposible prescindir de la influencia de las emociones, las intuiciones en el acto del raciocinio humano. Impactando drásticamente en nuestra interpretación de los datos, análisis de los argumentos y finalmente en la toma de decisiones, bajo situaciones de gran incertidumbre.

A lo que se le van sumando inquietantes agravantes, como la poca o nula cultura científica, los sesgos político-ideológicos y su sectarismo fanatizante que generan desconfianza generalizada y extrema a las instituciones y expertos en general. Todo esto sin olvidar los conflictos de intereses y los intereses económicos del lado que se intenta presentar como impoluto.

Como neurólogo dedicado al comportamiento humano he observado que las teorías conspirativas a menudo encierran nuestras mentes en una burbuja de ignorancia (informativa) que poco a poco se hace supina, aprovechando por ejemplo fenómenos que, queramos o no, nos afectan a todos en mayor o menor medida, como son los sesgos cognitivos, nuestras preconcepciones y prejuicios. En última instancia la pseudociencia prospera en la falta de conocimiento y bajo el miedo. La desinformación médica suele jugar con la vulnerabilidad de las personas.

Podemos entender las preconcepciones como ideas formadas sin suficiente información; no siempre negativas y pueden cambiar. Mientras que los prejuicios representan juicios negativos basados en estereotipos; más arraigados y difíciles de cambiar.

Dentro de los sesgos cognitivos, en particular estamos predispuestos al sesgo de confirmación, donde las personas buscan, refuerzan y recuerdan información que confirma sus creencias preexistentes, mientras ignoran la evidencia contradictoria, eliminando la posibilidad de llegar a la verdad por ausencia de pensamiento crítico.

Además, estas teorías suelen ofrecer explicaciones simplistas para eventos altamente complejos, lo cual es muy atractivo para aquellos con poco conocimiento (técnico, especializado) como ocurre respecto a la rama altamente especializada de la investigación científica. La falta de comprensión sobre cómo se realizan los estudios científicos rigurosos en humanos y las bases para la interpretación adecuada de los datos (bioestadísticos) también contribuye a la dificultad, ya que las personas pueden ser fácilmente convencidas por anécdotas personales y pruebas superficiales en lugar de datos objetivos con fundamentos teóricos y estudios metodológicamente bien diseñados. Este entorno crea una “necedad” cognitiva difícil de desmantelar, incluso teniendo argumentos racionales y basados en evidencia.

Nota: A los que no les interesa una aproximación del sustrato psicológico y sociológico del porqué creemos en “vende humos” o simplemente “charlatanes” y sus teorías conspirativas puede ir directo a los argumentos medico científicos y evidencias que refutan los planteamientos de la entrevista expuestos más adelante después de esta obligada introducción.

La desinformación como amenaza epistemológica:

«No hay peor ciego que el que no quiere ver»

Esta expresión popular destaca la voluntariedad de la ignorancia supina. Que hace referencia a aquellos que, por diversas razones, deciden no ver la realidad, aun cuando tienen la capacidad de hacerlo. La ignorancia aquí es una elección consciente.

Ignorancia supina ("acostado de espaldas") hace referencia a la falta de conocimiento o entendimiento debido a una desidia o falta de interés en aprender o informarse. En otras palabras, es una ignorancia que resulta de no hacer el esfuerzo por conocer teniendo plenas capacidades para hacerlo. Filosóficamente podríamos relacionarla con el “pecado capital de la pereza. La pereza, en un sentido filosófico y moral, no se limita solo a la inactividad física, sino también a la negligencia intelectual y espiritual. Así que, alguien que muestra ignorancia supina podría estar siendo perezoso al no hacer el esfuerzo necesario para adquirir la información y el conocimiento.

Esta frase pretende, además, resaltar el concepto de negación y el autoengaño, donde la persona elige no ver la realidad para protegerse emocionalmente evitando la disonancia cognitiva (malestar psicológico) que experimentamos cuando tenemos dos o más creencias, ideas, o valores contradictorios simultáneamente, o cuando nuestro comportamiento no está alineado con nuestras creencias. Por otro lado, ilustra cómo la conformidad social y la presión de grupo pueden reforzar la ignorancia voluntaria. Refleja cómo las estructuras sociales y culturales pueden influir en la resistencia al cambio y en la perpetuación de la ignorancia.

Aunque la ignorancia supina, por definición, implica una falta de conocimiento debido a la falta de interés o esfuerzo para adquirirlo, lo cual sugiere claramente un componente consciente. También hay matices que pueden hacer que esta ignorancia se manifieste de manera aparentemente inconsciente. Y es aquí donde cobran mayor importancia los sesgos cognitivos (inconscientes) como el de confirmación que pueden entrar en sinergismo, al llevar a una persona a ignorar información relevante sin darse cuenta, manteniéndose en la ignorancia supina sin una intención literalmente consciente.

Vivir en un entorno donde la información es homogénea y no se cuestionan ciertas creencias puede fomentar una ignorancia supina que no es activamente buscada, sino resultado de la falta de exposición a diferentes puntos de vista. Este ambiente informativo limitado es típico de los regímenes totalitarios como el que la castrokracia (la más maquiavélica de las kakistocracias) le impone al pueblo cubano.

En este caso, al igual que el Homo Soviéticus, el Homo Revolucionarius kubinskiy como variante caribeña, “es un individuo conformista, adaptado a una sociedad homogénea y mansa, con una baja capacidad de razonamiento crítico, un alto grado de ignorancia (política-cultural) y falta de motivación que le impiden buscar nuevos retos y superar los límites. Su sesgada cultura y estrecho espectro de educación le llevan a conformarse a los valores y normas establecidos sin cuestionarlos, lo que le lleva a una falta de madurez personal y una carencia de propósito y significado en la vida”.

Bajo la impresionante democracia estadounidense y sus libertades, son la polarización, las politizaciones extremas y la rigidez del fanatismo quienes perpetúan una cultura de información cerrada. Por ejemplo, en ciertos entornos laborales o familiares, las personas pueden estar rodeadas de información y opiniones muy similares, lo que limita su curiosidad y conocimiento sin que lo perciban activamente como el problema real que representan. Debemos recordar que ciertas normas y valores socioculturales pueden inculcar creencias y actitudes que limitan o tienden a limitar el interés por explorar más allá de lo conocido. Esto puede ocurrir sin una conciencia plena de la ignorancia resultante.

Bajo ambos sistemas, uno (el peor) por su estricto control social incluida por supuesto la narrativa y toda información por parte del establishment (grupos de poder: estado/ nación/ partido/ casta/ oligarquía), y el otro por la tan necesaria libertad de expresión, pero ejercida sin responsabilidad (efectos negativos ampliamente conocidos de la imprescindible libertad, recalco), que incluso atenta contra las democracias en sí mismas.

Y es que nos encontramos enfrentando un insano bombardeo de desinformación sistemática que tiende a llevarnos a una ignorancia supina en la cual las personas dejamos o no adquirimos el hábito de buscar más información porque creemos erradamente que ya la poseemos en su totalidad, sin siquiera percatarnos de que dicha información está incompleta o profundamente sesgada.

“The 2019-nCoV outbreak and response has been accompanied by a massive ‘infodemic’ - an over-abundance of information – some accurate and some not – that makes it hard for people to find trustworthy sources and reliable guidance when they need it.”

“El brote de 2019-nCoV y la respuesta a la misma han estado acompañados de una “infodemia” masiva: una sobreabundancia de información (alguna precisa y otra no) que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y orientación fiable cuando la necesitan.”

https://iris.who.int/handle/10665/330778

La ignorancia supina, voluntaria o inconsciente, encuentra un nuevo aliado actual en los algoritmos de las redes sociales, que refuerzan los sesgos cognitivos al presentar información que confirma nuestras creencias. Permítanme un ejemplo ilustrativo.

Al navegar por sitios de internet, y en particular por las redes sociales, nuestras creencias, prejuicios, y preferencias socioculturales se manifiestan en a través de nuestro comportamiento, o sea, son expresadas en nuestra conducta, por ejemplo, al dar “me gusta” (likes), demorarnos un poco más en alguna que otra noticia (tiempo de pantalla), o compartiéndola. De esta forma alimentamos algunos algoritmos que pueden “aprender” para posteriormente mostrarnos mayormente contenido que refuerzan aún más estas creencias preexistentes (en cada persona), perpetuando una ignorancia supina sin que lo advirtamos conscientemente, manteniéndonos en las llamadas burbujas de información que mencioné al inicio.

Con este ejemplo intento ilustrar cómo las plataformas digitales amplifican problemas inherentes al comportamiento humano, como los sesgos cognitivos y la tendencia a buscar información confirmatoria. Aunque los algoritmos son herramientas útiles para personalizar la experiencia de los usuarios, también presentan desafíos éticos y sociales que requieren atención. Siempre desde la perspectiva que jamás es la limitación o renuncia de las libertades la solución adecuada. La responsabilidad es y debe ser en última instancia siempre individual. Esta es una forma de evitar los abusos de poder en nombre de las masas, o sea de las mayorías.

Finalmente, esta forma profundamente sesgada de aproximación a la información nos conduce inevitablemente a todo tipo de falacias («non sequitur», del latín «no se sigue»), tanto formales (estructura) como las informales (contenido). Esta distorsión en nuestra percepción y juicio crítico no solo nos lleva a aceptar conclusiones erróneas, sino que también refuerza creencias infundadas y perpetúa la desinformación.

En un mundo donde la precisión y la verdad son esenciales para la toma de decisiones informadas, es imperativo desarrollar habilidades de pensamiento crítico y cuestionar activamente las fuentes y la validez de los argumentos que encontramos. Solo así podremos navegar la complejidad de la información y minimizar el impacto de las falacias en nuestro razonamiento y en la toma de decisiones.

Claramente exacerbada durante la pandemia, la falacia lógica del “falso dilema”, la “falsa dicotomía” o “falacia de blancos y negros”, se ha visto ampliamente utilizada hoy día.  Hablamos de un error lógico que consiste en presentar dos opciones como si fueran las únicas posibilidades, por lo general mutuamente excluyentes, cuando en realidad existen más alternativas. Esta falacia intenta obligar a la audiencia a elegir entre dos extremos, ignorando otras soluciones viables. Una mera representación binaria, extremadamente reduccionista, profundamente polarizada, y simplista de la realidad, que es por lo general ampliamente diversa.

Poco apoco la exposición constante a argumentos que utilizan la falacia del falso dilema puede reforzar el pensamiento dicotómico. El pensamiento dicotómico es una forma de razonamiento en la que una persona ve las situaciones en términos de blanco y negro, sin reconocer los matices y las opciones intermedias. Cuando una persona está rodeada de discursos que constantemente presentan solo dos opciones, puede empezar a internalizar esa manera de pensar.

De similar manera que cuando una persona tiene un estilo de pensamiento dicotómico, es más probable que vea el mundo en términos de opciones binarias y extremas. Esto predispone a aceptar y utilizar habitualmente la falacia del falso dilema en sus argumentos.

Este nefasto ciclo de refuerzo mutuo puede crear un entorno en el que los matices y las alternativas son constantemente ignorados, dificultando la resolución de problemas complejos. Es un círculo vicioso donde la simplificación excesiva del pensamiento y los argumentos falaces se alimentan mutuamente.

Para mitigar esta influencia mutua, se nos hace importante fomentar el pensamiento crítico y la capacidad de considerar múltiples perspectivas. Educar sobre los sesgos cognitivos y las falacias lógicas puede ayudar a identificar y cuestionar estos patrones problemáticos de pensamiento y argumentación.

Diógenes de Sinope (el cínico) con su lámpara de la ilustración,

buscando vida inteligente y ética.

Pero… ¿quiénes son los ciegos?

«Yo solo sé que no sé nada»

Esta famosa frase de Sócrates implica una humildad intelectual y la importantísima apertura al aprendizaje constante. Es uno de nuestros principales antídotos para la ignorancia supina, que se caracteriza por una mente cerrada y una complacencia en la ignorancia como zona de confort. Reconocer nuestras limitaciones es fundamental para evitar la ignorancia supina.

Manifiesta la importancia de la búsqueda constante de conocimiento, una característica de la curiosidad y la autoeficacia. Intenta fomentar una cultura de aprendizaje y diálogo en la cual se valoran las diferentes perspectivas y se promueve el pensamiento crítico, alentando la autorreflexión y la educación autodidacta continua.

"El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia, sino la ilusión del conocimiento."

Stephen Hawking

Sobre todo, ser conscientes de ese inmenso mundo que desconocemos es conditio sine qua non para desafiar la complacencia intelectual, recordándonos que siempre hay más por descubrir. Esto nos impulsa a seguir explorando y cuestionando, evitando así caer en la fatal trampa del efecto Dunning-Kruger, donde las personas con menos conocimiento en general o sobre un tema en particular tienden a sobrestimar sus habilidades al respecto. Aceptar nuestras limitaciones nos motiva a buscar más información y adquirir más conocimiento, en lugar de creer que ya lo sabemos todo.

"La ignorancia engendra confianza con más frecuencia que el conocimiento: son aquellos que saben poco, y no los que saben mucho, los que afirman tan positivamente que este o aquel problema nunca será resuelto por la ciencia."

Charles Darwin

En definitiva, reconocer nuestra propia ignorancia no solo nos libera de la arrogancia, sino que nos impulsa a crecer intelectualmente y a asumir la responsabilidad de nuestro conocimiento y sus límites. Nos invita a abrazar la curiosidad y la búsqueda constante de la verdad.

El antídoto contra toda ignorancia supina es la humildad intelectual, una virtud que nos conecta con el vasto e inagotable universo del saber.  No saber implica la persistente curiosidad por descubrir lo desconocido, una avidez constante por la ilustración que nos saque de la caverna.

En este sentido: «Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas»

Albert Einstein nos recuerda que todos tenemos áreas de ignorancia, pero la ignorancia supina ocurre cuando esa ignorancia es el resultado de no querer aprender ni informarse. Reconocer nuestra ignorancia es el primer paso para superarla, contrario a la supina que es un estado de negación.

Otra frase que refleja la humildad intelectual y el reconocimiento de nuestras limitaciones cognitivas. Subraya la diversidad de conocimientos dentro de un grupo y cómo compartimos información para reducir nuestra ignorancia colectiva. Destaca la especialización del conocimiento en diferentes estratos y roles sociales.

De esta forma, Einstein nos invita a reconocer nuestras limitaciones no como un defecto (la ignorancia aquí no es una falta), sino como una oportunidad, un motor para el aprendizaje y el progreso. Al aceptar que no todos ignoramos las mismas cosas, abrimos la puerta al intercambio de conocimientos y al fortalecimiento de nuestra vida. Mantener una mente abierta y un compromiso constante con el conocimiento de la verdad es clave para evitar caer en la ignorancia supina y para construir una sociedad más informada y crítica.

"El verdadero conocimiento es conocer la extensión de la propia ignorancia."

Confucio

En este punto se resalta la carencia de sentido común cuando las personas deciden creerle a un «vende humo», dígase, político, burócrata, periodista, comunicadores sociales, “influencers”, o cualquiera de sus variantes, opinando sobre temas que se extralimitan abismalmente de su zona de experticia o conocimientos. No se trata de un ataque ad hominem como algunos pretenden alegar, sino una denuncia legítima de su extralimitación, porque además de refutarlo con argumentos quedan a descubierto mostrando escaso entendimiento. Una denuncia directa al creciente, pero histórico problema de otorgar credibilidad a figuras públicas que opinan fuera de su zona de conocimiento reflejando una desconexión entre el valor real del conocimiento experto y la percepción social.

Aunque los «vende humo» ofrecen respuestas más que simples (como sería aplicar la navaja de ockham) en realidad son extremadamente simplistas, aunque atractivas, su influencia puede tener consecuencias dañinas para los individuos en sociedad, desde la desinformación hasta la polarización. Para contrarrestar este fenómeno, es esencial fomentar el pensamiento crítico, restaurar la confianza en los expertos y promover una cultura que valore la evidencia sobre el espectáculo.

Argumentar que alguien no está calificado para opinar sobre un tema complejo no descalifica su valor en otras áreas, pero sí subraya la importancia de reconocer los límites y exigir responsabilidad. Recalco que no es razonable esperar que todos sean expertos en todo, y reconocer la propia falta de conocimiento es un signo de humildad intelectual. En este sentido, quienes tienen plataformas públicas tienen una influencia considerable y, con ella, una responsabilidad ética para evitar difundir desinformación. Sin que se incurra en la censura o en la represión.

El problema de creer en "vendedores de humo" refleja un desequilibrio entre la accesibilidad de las plataformas de comunicación y la preparación necesaria para abordar ciertos temas con responsabilidad moral y ética. Aunque las figuras públicas tienen derecho a opinar, su responsabilidad aumenta proporcionalmente con su influencia. Insisto que la solución real no está en silenciar estas voces, sino en fortalecer la capacidad del público para discernir entre espectáculo y evidencia, entre carisma y conocimiento.

El fenómeno de otorgar credibilidad a personas que se extralimitan de su ámbito de expertise refleja una paradoja reciclada: la popularidad y el carisma son frecuentemente confundidos con autoridad o conocimiento. Este problema, podríamos abordarlo como un sesgo de autoridad mal dirigida, con graves implicaciones para el pensamiento crítico, la toma de decisiones informadas y el progreso tanto individual como colectivo.

Este fenómeno ocurre cuando las personas atribuyen credibilidad o confianza en las simples opiniones, de figuras públicas, o incluso expertos especulando fuera de su área de conocimiento, no por su experiencia en un tema específico, sino por su posición (estatus, autoridad), fama o habilidades comunicativas. El caso típico, es creer en una opinión “médica” dada por un actor famoso, un “influencer” o un político, aunque no tengan formación en medicina.

Este sesgo tiene raíces cognitivas y emocionales como la necesidad humana de certezas en la que las personas se aferran a figuras que ofrecen respuestas simples y contundentes, aunque sean erróneas, especialmente en tiempos de incertidumbre, real o fabricada. Sumado a la confianza en figuras de poder esa tendencia humana a buscar líderes o modelos generándonos una predisposición a creer en quienes parecen (aparentan) "tener control" o "saber más". Predisponiéndonos a la confusión entre carisma y conocimiento puesto que la habilidad para comunicarse de manera efectiva o generar empatía es generalmente malinterpretada como evidencia de competencia.

Para complicar aún más el asunto, el sesgo de autoridad mal dirigida puede verse amplificado por el efecto halo (sesgo de halo), que ocurre cuando un rasgo positivo percibido en una persona (como su atractivo físico, carisma o éxito en un área) influye en nuestra evaluación de otras características no relacionadas. En otras palabras, si alguien es reconocido como un experto en un campo (por ejemplo, un médico), es más probable que las personas le otorguen credibilidad en otros temas no relacionados, como la investigación científica, las finanzas o política, debido al efecto halo. En el ámbito público, muchas figuras carismáticas logran influir más allá de su área de competencia debido a este doble mecanismo: el halo inicial de su atractivo o fama se combina con la autoridad mal atribuida.

 

Un «vende humo» se caracteriza por ofrecer afirmaciones carentes de sustancia, respaldadas más por carisma, emoción o estrategias de marketing que por evidencia o conocimiento sólido. Estas figuras suelen prosperar en sociedades o grupos de personas que priorizan el espectáculo sobre el contenido, o la ideología política sobre la verdad, especialmente en la era digital, donde el alcance mediático prima sobre la calidad, y la percepción triunfa sobre la sustancia.

Es evidente que tanto las redes sociales como los medios masivos amplifican mensajes simplistas y emocionales, favoreciendo la “viralidad” sobre la veracidad. La apariencia de conocimiento o autoridad (vestimenta, lenguaje, fama y/o títulos) puede ser suficiente para convencer a una audiencia desprevenida y poco crítica.

Ahora les propongo ponerse a prueba a ustedes mismos: analicen si esto es lo que ocurre con figuras públicas como Robert F. Kennedy Jr., un abogado (antiguamente ambientalista) y autoproclamado antivacunas que fue designado para liderar la sanidad en Estados Unidos bajo la administración del presidente Donald Trump.

Este ejemplo ilustra cómo figuras públicas pueden extralimitarse de su zona de expertise y amplificar desinformación mediante carisma y retórica efectiva, aunque carezcan de evidencia científica. Mas adelante entraré a analizar algunos casos concretos en los que se ha evidenciado el daño que ha devenido por las acciones particulares de Robert F. Kennedy Jr..

Me temo que muchos lectores seguirán raptados por sus amígdalas cerebrales, reaccionando visceral y defensivamente, arremetiendo contra todo lo que aquí expongo, a fin de cuentas, es harto conocido aquello dicho por Mark Twain:  

«Ninguna cantidad de evidencia es suficiente para convencer a un idiota»

De esta cita emana la esencia de la ignorancia supina: la negativa a aceptar la verdad o cualquier evidencia, una resistencia al cambio que refleja no solo rigidez cognitiva, sino también el temor a cuestionar las propias creencias, a menudo influenciada por el ego y el temor a admitir errores. La negativa a cambiar de opinión, incluso ante pruebas irrefutables, es un claro indicio de ignorancia voluntaria.

La resistencia al cambio no ocurre en el vacío. Está alimentada por dinámicas psicológicas y sociales de poder y control social, como el apego a identidades grupales, la polarización política y la exposición selectiva a información afín a menudo alimentada por propaganda y desinformación, que pueden mantener a las personas en la ignorancia. Estos factores refuerzan barreras mentales que dificultan aceptar nueva información, incluso cuando esta proviene de fuentes confiables.

Además, figuras como Kennedy Jr. se benefician de estas dinámicas al posicionarse como líderes "disidentes", apelando a emociones más que a razonamientos. Para abordar esta resistencia al cambio, no basta con presentar datos; es fundamental conectar con las emociones subyacentes y fomentar el pensamiento crítico desde una edad temprana. Solo así podremos contrarrestar la desinformación y fortalecer la confianza en el conocimiento basado en evidencia científicas.

Con la alusión al rapto de la amígdala intento dar explicación a como gran parte de las conductas irracionales humanas revelando cómo nuestras emociones pueden dominar momentáneamente la razón. Este fenómeno, aunque natural y evolutivamente adaptativo, tiene implicaciones significativas en el mundo moderno, donde amenazas percibidas pueden no ser reales, pero generan respuestas desproporcionadas. Mitigar estos efectos requiere un esfuerzo consciente por cultivar la inteligencia emocional, promover el pensamiento crítico y crear entornos menos propensos a alimentar el caos emocional.

Plantearé mis argumentos en pasos claros: 1) señalo la ausencia de evidencia científica que respalden las afirmaciones, 2) enfatizo la importancia del método científico para la obtención del conocimiento científico como forma más precisa de verdad y 3) explicaré porqué los argumentos anecdóticos son insuficientes para extraer conclusiones científicas y demuestra una desconexión con los estándares de la investigación científica actual.

La ciencia se basa en datos observables y medibles obtenidos a través de experimentos controlados y estudios rigurosos. Sin estos datos, cualquier afirmación carece de credibilidad. Las afirmaciones sin evidencia no pueden ser validadas ni reproducidas, lo que impide su aceptación en la comunidad científica. La reproducibilidad y la validación son esenciales para la credibilidad científica.

Los argumentos anecdóticos, aunque pueden ser interesantes y persuasivos, son insuficientes para extraer conclusiones científicas por varias razones. Comenzando por el alto grado de subjetividad, dado que las anécdotas se basan en experiencias individuales, que pueden ser subjetivas y estar influenciadas por invalidantes sesgos personales.

Los estudios científicos se diseñan para controlar variables y eliminar sesgos, lo cual no es posible en los relatos anecdóticos sacados no de un cuerpo de conocimientos acumulados, sino de historias con datos no controlados.

Las anécdotas suelen implicar un tamaño de muestra extremadamente pequeño (a veces una sola persona), lo que no permite la generalización de los resultados. O peor, basarse en la creencia de que “millones de personas” padecen o presentan el evento sin que esto haya sido medido y comprobado.

Para resolver este problema de la subjetividad y muchísimos otros más, el conocimiento científico se ha valido de una serie de pasos sistemáticos que aseguran la objetividad y la reproducibilidad de los hallazgos. Lo que se conoce como el método científico de ahí que resulte esencial para la adquisición y validación del conocimiento en el ámbito científico. El método científico minimiza la subjetividad y los errores al establecer un enfoque sistemático que prioriza la evidencia verificable y reproducible.

El conocimiento científico: una construcción basada en la evidencia

Desde los albores de la humanidad, la necesidad de comprender el entorno ha sido vital para la supervivencia y el progreso. Esta búsqueda, inicialmente empírica e intuitiva, impulsada por la curiosidad y el temor ante fenómenos naturales, ha evolucionado hacia un proceso sistemático basado en la observación, la experimentación y el análisis riguroso: el método científico. Este enfoque ha sido fundamental para los avances que hoy transforman nuestra vida, consolidando a la ciencia como una herramienta imprescindible para resolver problemas y mejorar la calidad de vida.

En sus inicios, el conocimiento humano se limitaba a interpretaciones rudimentarias del mundo, muchas veces cargadas de connotaciones sobrenaturales. Fenómenos como eclipses o cometas se atribuían a fuerzas divinas, reflejando las limitaciones culturales y tecnológicas de la época. Con el tiempo, la humanidad perfeccionó métodos más estructurados para investigar las causas de los fenómenos naturales, pasando de explicaciones simplistas a teorías complejas fundamentadas en datos observables y medibles.

La ciencia: un pilar de la objetividad y la reproducibilidad

Lo que distingue al conocimiento científico de otras formas de saber es su dependencia de la evidencia verificable. Cada afirmación se somete a rigurosas pruebas mediante experimentos controlados, garantizando la reproducibilidad de los resultados. Sin evidencia, las ideas carecen de sustento, y aunque los relatos anecdóticos puedan ser atractivos, no cumplen con los estándares necesarios para extraer conclusiones científicas debido a su subjetividad y falta de rigor.

El método científico comienza con la observación controlada de fenómenos, transformando estas observaciones en preguntas y, posteriormente, en hipótesis claras. Estas hipótesis, fundamentadas en conocimientos previos, son evaluadas mediante experimentos diseñados para minimizar sesgos y errores, garantizando la objetividad y la confiabilidad de los datos obtenidos.

De la observación al conocimiento acumulativo

El progreso científico ha perfeccionado sus herramientas y enfoques para resolver problemas cada vez más complejos. Hoy, disciplinas como la medicina, la tecnología y la ingeniería se apoyan en principios derivados del método científico para generar soluciones prácticas y sostenibles. Este proceso ha permitido avances que van desde la confiabilidad del transporte aéreo hasta innovaciones en salud y dispositivos tecnológicos que redefinen nuestra vida cotidiana, sin que tengamos idea de cómo funcionan.

La investigación científica no solo busca describir o explicar fenómenos, sino también predecirlos y utilizarlos para diseñar estrategias que beneficien a la sociedad. En el caso de la salud, los problemas científicos surgen de las necesidades concretas de las comunidades, como enfermedades prevalentes o desafíos sanitarios. Por ejemplo, un problema científico relevante debe cumplir con criterios como magnitud (cantidad de personas afectadas), trascendencia (impacto social), vulnerabilidad (capacidad para ser resuelto) y factibilidad (existencia de recursos y organización para abordar el problema). Estos criterios aseguran que los recursos (siempre limitados) se destinen a problemas cuya solución tenga el mayor impacto positivo en el individuo y por ende en la sociedad.

El proceso científico: un camino hacia la verdad provisional

El método científico se estructura en tres grandes etapas: observación, hipótesis y verificación, cada una con un papel crucial en la búsqueda de la verdad científica.

La primera etapa, la observación, se centra en recopilar información sobre fenómenos mediante los sentidos o herramientas especializadas que amplían nuestras capacidades perceptivas. En disciplinas como la medicina, estas observaciones incluyen el uso de tecnologías avanzadas, como resonancias magnéticas o microscopios electrónicos, que permiten captar detalles invisibles para los sentidos humanos.

Estos datos iniciales sirven como base para formular preguntas y plantear hipótesis fundamentadas, en el segundo paso del método, donde el investigador intenta explicar las relaciones entre los hechos observados mediante suposiciones fundamentadas en evidencia previa o descubrimientos recientes.

Una vez planteada la hipótesis, es esencial diseñar experimentos adecuados para someterla a prueba. Este diseño incluye la selección de métodos y controles que minimicen la incertidumbre, el azar y los sesgos, garantizando la objetividad de los resultados. En esta fase experimental, el valor de los diferentes tipos de estudios científicos radica en su capacidad para obtener datos confiables y reproducibles que respalden o refuten la hipótesis planteada. Este enfoque permite estructurar una investigación rigurosa que no solo responde preguntas específicas, sino que también abre la puerta a nuevas interrogantes y avances en el campo de estudio.

Tras los experimentos, los datos experimentales obtenidos se analizan se extraen conclusiones que confirman o rechazan las hipótesis iniciales. Los resultados se publican para su validación replicación por parte de la comunidad científica, y en muchos casos, utilizarlos como base para futuras investigaciones, lo que fomenta un proceso de retroalimentación que asegura que el conocimiento no sea estático, sino acumulativo y en constante evolución. Este carácter dinámico convierte a la ciencia en una herramienta indispensable para enfrentar los desafíos del presente y del futuro.

Así, el método científico se consolida como una herramienta clave para generar soluciones fundamentadas y avanzar en la comprensión de la realidad, minimizando la subjetividad y promoviendo la confianza en los avances tecnológicos y científicos que mejoran nuestra vida cotidiana.

La ciencia como aproximación a la verdad

Si bien la ciencia no ofrece certezas absolutas, proporciona un marco sólido para aproximarse a la verdad de manera sistemática y fundamentada posible dentro de las limitaciones humanas. A diferencia de sistemas basados en creencias o dogmas, la ciencia se somete a un escrutinio constante con pruebas rigurosas, buscando refutar o corroborar sus propias afirmaciones. Este carácter autocorrectivo fortalece su credibilidad y asegura que los errores sean identificados y rectificados con el tiempo, lo que refuerza la confianza en los hallazgos científicos como la representación más objetiva de la realidad en un momento dado.

El conocimiento científico no es infalible, pero es el método más eficaz para desentrañar las complejidades de la realidad. Su impacto se refleja en avances tecnológicos, médicos y sociales que transforman la vida cotidiana, demostrando que, aunque perfectible, el método científico es nuestra herramienta más poderosa para construir un futuro más seguro y próspero, por el momento.

Conclusión: el legado de la ciencia

La ciencia ha sido la base del progreso humano, guiando nuestra comprensión del mundo con rigor y objetividad. Este conocimiento, construido a lo largo de siglos de observación y experimentación, no solo amplía nuestros horizontes, sino que también refuerza nuestra confianza en la capacidad humana para resolver problemas y superar desafíos. Al basarse en evidencia reproducible y verificable, la ciencia no solo ilumina el presente, sino que también nos impulsa hacia un futuro lleno de posibilidades.

 

La posverdad: El reciclaje del “Culto a la Ignorancia” en Sociedades Libres bajo la era de Donald Trump y Robert F. Kennedy Jr.

“There is a cult of ignorance in the United States, and there always has been. The strain of anti-intellectualism has been a constant thread winding its way through our political and cultural life, nurtured by the false notion that democracy means that “my ignorance is just as good as your knowledge.” Isaac Asimov (1980)

Nada de esto es del todo nuevo, el "culto a la ignorancia", como hace décadas lo describió Isaac Asimov, donde la falta de conocimiento no solo es tolerada, sino que se celebra, ha encontrado en la actualidad polarizada y politizada de figuras como Donald Trump y Robert F. Kennedy Jr. un terreno fértil para su resurgimiento. Isaac Asimov describió ese fenómeno como una peligrosa corriente en la cultura y la política, especialmente en sociedades libres como Estados Unidos.

La cita refleja una crítica a la tendencia de equiparar la opinión informada con la desinformada lo que distorsiona la idea de democracia al sugerir que todas las opiniones tienen el mismo valor, independientemente de si están informadas o no. La frase "mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento" encapsula esta falsa equivalencia, que trivializa el valor del conocimiento experto y dificulta la toma de decisiones fundamentadas. Asimov argumenta que esta actitud socava el valor del conocimiento y la educación, y puede tener consecuencias negativas para la sociedad. En una democracia, la participación informada es crucial para la toma de decisiones efectivas y justas.

Esta dinámica se refleja en cómo el anti-intelectualismo se recicla en ciclos históricos, adaptándose a los contextos modernos y amplificado por las redes sociales, donde las emociones y las opiniones infundadas a menudo desplazan la evidencia científica y el razonamiento crítico. Este culto se manifiesta en la idea errónea de que la democracia implica que todas las opiniones son igualmente válidas, independientemente de su base en el conocimiento o la ignorancia.

El anti-intelectualismo, como uno de los pilares de este culto, tiene raíces complejas que incluyen el miedo a lo desconocido, la desconfianza en las élites intelectuales y la preferencia por soluciones simples a problemas intrincados. Este fenómeno se ve amplificado en la era digital, donde las redes sociales y ciertos medios de comunicación otorgan un peso desproporcionado a las opiniones populares, incluso cuando carecen de respaldo científico.

El resultado es un ecosistema de desinformación que dificulta distinguir entre hechos y opiniones infundadas, erosionando la capacidad de una sociedad para abordar sus desafíos de manera efectiva y ética.

En el caso de Donald Trump, su retórica populista y simplista ha promovido una desconfianza generalizada hacia las instituciones científicas, educativas y gubernamentales. Su manejo de temas como el cambio climático, la pandemia de COVID-19 y la vacunación refleja una narrativa donde los hechos y los expertos son descartados en favor de teorías conspirativas y soluciones fáciles. Trump capitalizó el descontento social y político de millones de personas, presentándose como un outsider que desafía a las "élites corruptas" y sus "verdades fabricadas", reforzando la idea de que el conocimiento experto es innecesario o incluso peligroso.

Por su parte, Robert F. Kennedy Jr. ha contribuido al reciclaje de este culto desde una postura diferente, pero igualmente dañina. Su discurso antivacunas, basado en distorsiones de hechos científicos y apelaciones emocionales, ha perpetuado desinformación que socava la confianza en la medicina basada en evidencia. Kennedy utiliza un lenguaje de desconfianza hacia las instituciones de salud pública, alimentando la narrativa de que los expertos no son fiables y promoviendo la idea de que cualquier opinión, por más infundada que sea, merece igual consideración que la evidencia científica acumulada durante décadas.

Robert F. Kennedy Jr. es el presidente de la organización Children's Health Defense, que ha sido criticada por difundir desinformación sobre la salud y promover terapias sin respaldo científico. Esta organización ha experimentado un notable incremento en sus ingresos en los últimos años. En 2022, la organización reportó ingresos de $23.5 millones, un aumento significativo en comparación con los $6.8 millones de 2020 y los $15 millones de 2021. Según declaraciones financieras, Kennedy recibió $326,056 en salario y beneficios de CHD en 2023, antes de tomar licencia para su campaña presidencial. En años anteriores, su compensación fue de $131,000 en 2017, aumentando a $345,000 en 2020, y alcanzando $500,000 en 2021 y 2022.

También ha publicado libros y artículos en los que promueve teorías de conspiración y desinformación sobre temas de salud. Su libro "The Real Anthony Fauci", publicado en 2021, se convirtió en un éxito de ventas del New York Times, vendiendo más de un millón de copias. Este es un claro ejemplo de cómo la desinformación puede adquirir una plataforma desproporcionada, al punto de que un activista sin formación científica rigurosa logra empañar la reputación de un científico con un impacto global en la salud pública. Se trata de un fenómeno absurdo, pero no nuevo: la posverdad y la proliferación de teorías conspirativas han permitido que figuras sin credenciales en el ámbito de la medicina o la ciencia desafíen, sin evidencia sólida, a expertos con décadas de trabajo empírico histórico.

Además de las ventas de libros, Kennedy ha generado ingresos a través de honorarios por conferencias y apariciones públicas, aunque las cifras exactas no están disponibles públicamente. Por otra parte, Kennedy ha estado involucrado en litigios contra compañías farmacéuticas, particularmente en casos relacionados con vacunas. Ha trabajado como consultor para el bufete de abogados Wisner Baum, que lidera litigios contra Merck relacionados con la vacuna Gardasil. Según su acuerdo ético, Kennedy retendría una participación del 10% de los honorarios adjudicados por la corte, siempre que los casos no involucren al Departamento de Salud y Servicios Humanos o al gobierno de EE. UU.

Por último, Kennedy registró la marca "Make America Healthy Again" (MAHA) para una variedad de productos, incluyendo suplementos, ropa y criptomonedas, acumulando $100,000 en tarifas de licencia. Estas actividades han contribuido significativamente a los ingresos de Kennedy, evidenciando un patrón de lucro asociado a la promoción de información controvertida y, en muchos casos, desacreditada científicamente.

Robert F. Kennedy Jr. ha sido un personaje central en la propagación de desinformación sobre salud, vacunas, agroindustria y biotecnología. Su nombramiento como Secretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) representaría una amenaza significativa para la integridad de las políticas públicas basadas en evidencia. Su historial de activismo, caracterizado por litigios contra corporaciones bajo premisas pseudocientíficas y su promoción de conspiraciones sobre vacunas, transgénicos y productos químicos, lo convierten en un antagonista de la ciencia establecida. Su impacto negativo podría manifestarse en el aumento de enfermedades prevenibles, la desacreditación de la biotecnología agrícola y el debilitamiento de agencias de salud esenciales para la seguridad nacional e internacional.

 

«El problema del mundo no es que la gente sepa muy poco, sino que saben muchas cosas que simplemente no son así.»  —Mark Twain

 

En la práctica, combatir el anti-intelectualismo y su “culto a la ignorancia” requiere un esfuerzo concertado para promover la educación, el pensamiento crítico y el respeto por la evidencia científica aportada por las ciencias. Esto incluye fomentar el respeto por el conocimiento experto y la evidencia, y desafiar la idea de que todas las opiniones son igualmente válidas sin importar su fundamento.

Este modelo subraya que la verdadera fortaleza de una sociedad libre radica en su capacidad para valorar el conocimiento experto, cuestionar las falacias y construir soluciones verosímiles basadas en hechos verificables. Sin este enfoque, la democracia corre el riesgo de convertirse en un campo fértil para la ignorancia, donde la opinión desinformada puede desplazar a la verdad.

Recordemos que muchos de los asaltantes al Capitolio el 6 de enero de 2021 actuaron bajo la convicción, fomentada por desinformación y teorías conspirativas, de que las elecciones presidenciales habían sido fraudulentas. Desde esta perspectiva, se veían a sí mismos como defensores de la democracia y la libertad, creyendo erróneamente que sus acciones eran necesarias para preservar los valores fundamentales de su país por lo que sus acciones no solo contravinieron la ley, sino que también atentaron contra los principios mismos que dicen defender.

Este fenómeno, conocido como realidad construida, refleja cómo las creencias individuales o grupales pueden desalinearse por completo de los hechos objetivos, especialmente en un entorno polarizado y saturado de desinformación.

El peligro del patriotismo mal entendido y la manipulación de la información por parte de figuras con agendas personales o económicas nos recuerda que la ignorancia no es simplemente una carencia de información, sino que muchas veces es una elección activa de creer lo que es cómodo en lugar de lo que es cierto.

Este episodio destaca la necesidad de fortalecer la educación cívica, combatir la desinformación y promover un entendimiento crítico del patriotismo, basado en el respeto por las instituciones democráticas y los derechos de todos los ciudadanos. Sin estos elementos, el patriotismo puede convertirse en una herramienta peligrosa para justificar el extremismo y socavar la democracia.

La entrevista a la que hace referencia se encuentra aquí:

https://youtu.be/4bIonpIuMlo?si=9cJyqJv-wSQQoFUH

Continúa... Referencias bibliográficas al final de la sugunda parte. 

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