¿La VERDAD?, permítanme una simple pregunta ¿Qué pensarían si les
dijera que dos más dos nunca ha sido cuatro, y que les han estado engañado toda
la vida? Esto es, simplificadamente lo que experimentamos aquellos
profesionales implicados en uno de los campos más complejos como el de la
investigación y experimentación en seres humanos cuando escuchamos los
argumentos como los aquí expresadas.
Esta entrevista, al parecer sin haberlo querido, esta tan plagada de
desinformación que resulta difícil para mí como neurólogo, investigador y
profesor aceptar sin refutar. No porque tenga opiniones diferentes o no tenga
la capacidad de escuchar puntos de vistas muy alejados al mío personal y
profesional, sino porque como neurocientífico me sorprende el nivel de
desinformación que observo.
Les pido, sincera y modestamente se tomen un instante en el que intentaré
exponer algunos de los sinsentidos aquí planteados como “VERDAD” cuando son
meras suposiciones anecdóticas, sin presentar argumento
válido alguno, ni evidencia científica, ni de ningún
tipo.
Iré de lo general a lo particular, tocando genéricamente los temas y
mecanismos que nos afectan a todos, y particularizándolos al final refutando
los ejemplos aquí planteados en la entrevista.
Refutar teorías conspirativas es extremadamente difícil
debido a varios factores, especialmente los de tipo psicológicos, incluidos los
sesgos cognitivos y las falacias. Dado que nos es imposible prescindir
de la influencia de las emociones, las intuiciones en el acto del
raciocinio humano. Impactando drásticamente en nuestra interpretación
de los datos, análisis de los argumentos y finalmente en la toma
de decisiones, bajo situaciones de gran incertidumbre.
A lo que se le van sumando inquietantes agravantes, como la poca o
nula cultura científica, los sesgos político-ideológicos
y su sectarismo fanatizante que generan desconfianza generalizada
y extrema a las instituciones y expertos en general. Todo esto sin olvidar los conflictos
de intereses y los intereses económicos del lado que se
intenta presentar como impoluto.
Como neurólogo dedicado al comportamiento humano he observado que las
teorías conspirativas a menudo encierran nuestras mentes en una burbuja
de ignorancia (informativa) que poco a poco se hace supina,
aprovechando por ejemplo fenómenos que, queramos o no, nos afectan a todos en
mayor o menor medida, como son los sesgos cognitivos, nuestras preconcepciones
y prejuicios. En última instancia la pseudociencia
prospera en la falta de conocimiento y bajo el miedo. La desinformación
médica suele jugar con la vulnerabilidad de las personas.
Podemos entender las preconcepciones como ideas formadas sin
suficiente información; no siempre negativas y pueden cambiar. Mientras que los
prejuicios representan juicios negativos basados en estereotipos;
más arraigados y difíciles de cambiar.
Dentro de los sesgos cognitivos, en particular estamos predispuestos
al sesgo de confirmación, donde las personas buscan, refuerzan y
recuerdan información que confirma sus creencias preexistentes, mientras
ignoran la evidencia contradictoria, eliminando la posibilidad de llegar a la
verdad por ausencia de pensamiento crítico.
Además, estas teorías suelen ofrecer explicaciones simplistas
para eventos altamente complejos, lo cual es muy atractivo para
aquellos con poco conocimiento (técnico, especializado) como ocurre respecto a la
rama altamente especializada de la investigación científica. La falta de
comprensión sobre cómo se realizan los estudios científicos rigurosos en
humanos y las bases para la interpretación adecuada de los datos (bioestadísticos)
también contribuye a la dificultad, ya que las personas pueden ser fácilmente
convencidas por anécdotas personales y pruebas superficiales en lugar de datos objetivos
con fundamentos teóricos y estudios metodológicamente bien diseñados. Este
entorno crea una “necedad” cognitiva difícil de desmantelar,
incluso teniendo argumentos racionales y basados en evidencia.
Nota: A los que no les interesa una aproximación del sustrato psicológico
y sociológico del porqué creemos en “vende humos” o
simplemente “charlatanes” y sus teorías conspirativas
puede ir directo a los argumentos medico científicos y evidencias
que refutan los planteamientos de la entrevista expuestos más adelante después
de esta obligada introducción.
La desinformación como amenaza
epistemológica:
«No hay peor ciego que el que no quiere ver»
Esta expresión popular destaca la voluntariedad de la ignorancia
supina. Que hace referencia a aquellos que, por diversas razones,
deciden no ver la realidad, aun cuando tienen la capacidad de hacerlo. La
ignorancia aquí es una elección consciente.
Ignorancia supina ("acostado de espaldas") hace
referencia a la falta de conocimiento o entendimiento debido a una desidia o
falta de interés en aprender o informarse. En otras palabras, es una ignorancia
que resulta de no hacer el esfuerzo por conocer teniendo plenas capacidades
para hacerlo. Filosóficamente podríamos relacionarla con el “pecado capital”
de la pereza. La pereza, en un sentido filosófico y moral, no se
limita solo a la inactividad física, sino también a la negligencia
intelectual y espiritual. Así que, alguien que muestra ignorancia
supina podría estar siendo perezoso al no hacer el esfuerzo necesario para
adquirir la información y el conocimiento.
Esta frase pretende, además, resaltar el concepto de negación y el autoengaño,
donde la persona elige no ver la realidad para protegerse emocionalmente
evitando la disonancia cognitiva (malestar psicológico)
que experimentamos cuando tenemos dos o más creencias, ideas, o valores
contradictorios simultáneamente, o cuando nuestro comportamiento no está
alineado con nuestras creencias. Por otro lado, ilustra cómo la conformidad
social y la presión de grupo pueden reforzar la ignorancia
voluntaria. Refleja cómo las estructuras sociales y culturales
pueden influir en la resistencia al cambio y en la perpetuación
de la ignorancia.
Aunque la ignorancia supina, por definición, implica una
falta de conocimiento debido a la falta de interés o esfuerzo para adquirirlo,
lo cual sugiere claramente un componente consciente. También hay matices que
pueden hacer que esta ignorancia se manifieste de manera aparentemente
inconsciente. Y es aquí donde cobran mayor importancia los sesgos
cognitivos (inconscientes) como el de confirmación que pueden entrar en
sinergismo, al llevar a una persona a ignorar información relevante sin darse
cuenta, manteniéndose en la ignorancia supina sin una intención literalmente
consciente.
Vivir en un entorno donde la información es homogénea y no se cuestionan
ciertas creencias puede fomentar una ignorancia supina que no es
activamente buscada, sino resultado de la falta de exposición a diferentes
puntos de vista. Este ambiente informativo limitado es típico de
los regímenes totalitarios como el que la castrokracia
(la más maquiavélica de las kakistocracias) le impone al pueblo cubano.
En este caso, al igual que el Homo Soviéticus, el Homo
Revolucionarius kubinskiy como variante caribeña, “es un
individuo conformista, adaptado a una sociedad homogénea y mansa, con una baja
capacidad de razonamiento crítico, un alto grado de ignorancia
(política-cultural) y falta de motivación que le impiden buscar nuevos retos y
superar los límites. Su sesgada cultura y estrecho espectro de educación le
llevan a conformarse a los valores y normas establecidos sin cuestionarlos, lo
que le lleva a una falta de madurez personal y una carencia de propósito y
significado en la vida”.
Bajo la impresionante democracia estadounidense y sus libertades, son la polarización,
las politizaciones extremas y la rigidez del
fanatismo quienes perpetúan una cultura de información cerrada.
Por ejemplo, en ciertos entornos laborales o familiares, las personas pueden
estar rodeadas de información y opiniones muy similares, lo que limita su
curiosidad y conocimiento sin que lo perciban activamente como el problema real
que representan. Debemos recordar que ciertas normas y valores
socioculturales pueden inculcar creencias y actitudes que limitan o
tienden a limitar el interés por explorar más allá de lo conocido. Esto puede
ocurrir sin una conciencia plena de la ignorancia resultante.
Bajo ambos sistemas, uno (el peor) por su estricto control social
incluida por supuesto la narrativa y toda información por parte del establishment
(grupos de poder: estado/ nación/ partido/ casta/ oligarquía), y el otro por la
tan necesaria libertad de expresión, pero ejercida sin responsabilidad (efectos
negativos ampliamente conocidos de la imprescindible libertad, recalco), que incluso
atenta contra las democracias en sí mismas.
Y es que nos encontramos enfrentando un insano bombardeo de desinformación
sistemática que tiende a llevarnos a una ignorancia supina en la
cual las personas dejamos o no adquirimos el hábito de buscar más información
porque creemos erradamente que ya la poseemos en su totalidad, sin siquiera
percatarnos de que dicha información está incompleta o profundamente sesgada.
“The 2019-nCoV outbreak and
response has been accompanied by a massive ‘infodemic’ - an
over-abundance of information – some accurate and some not – that makes it hard
for people to find trustworthy sources and reliable guidance when they need
it.”
“El brote de 2019-nCoV y la respuesta a la misma
han estado acompañados de una “infodemia” masiva: una sobreabundancia de
información (alguna precisa y otra no) que dificulta que las personas
encuentren fuentes confiables y orientación fiable cuando la necesitan.”
https://iris.who.int/handle/10665/330778
La ignorancia supina, voluntaria o inconsciente, encuentra un nuevo
aliado actual en los algoritmos de las redes sociales, que refuerzan los sesgos
cognitivos al presentar información que confirma nuestras creencias. Permítanme
un ejemplo ilustrativo.
Al navegar por sitios de internet, y en particular por las redes sociales, nuestras
creencias, prejuicios, y preferencias socioculturales se manifiestan en a
través de nuestro comportamiento, o sea, son expresadas en nuestra conducta,
por ejemplo, al dar “me gusta” (likes), demorarnos un poco más en alguna
que otra noticia (tiempo de pantalla), o compartiéndola. De esta forma
alimentamos algunos algoritmos que pueden “aprender” para posteriormente mostrarnos
mayormente contenido que refuerzan aún más estas creencias preexistentes (en
cada persona), perpetuando una ignorancia supina
sin que lo advirtamos conscientemente, manteniéndonos en las llamadas burbujas
de información que mencioné al inicio.
Con este ejemplo intento ilustrar cómo las plataformas digitales amplifican
problemas inherentes al comportamiento humano, como los sesgos cognitivos y la
tendencia a buscar información confirmatoria. Aunque los algoritmos son
herramientas útiles para personalizar la experiencia de los usuarios, también
presentan desafíos éticos y sociales que requieren atención. Siempre desde la
perspectiva que jamás es la limitación o renuncia de las libertades la solución
adecuada. La responsabilidad es y debe ser en última instancia siempre
individual. Esta es una forma de evitar los abusos de poder en nombre de las
masas, o sea de las mayorías.
Finalmente, esta forma profundamente sesgada de aproximación a la
información nos conduce inevitablemente a todo tipo de falacias («non
sequitur», del latín «no se sigue»), tanto formales (estructura)
como las informales (contenido). Esta distorsión en nuestra
percepción y juicio crítico no solo nos lleva a aceptar conclusiones erróneas,
sino que también refuerza creencias infundadas y perpetúa la desinformación.
En un mundo donde la precisión y la verdad son
esenciales para la toma de decisiones informadas, es imperativo desarrollar
habilidades de pensamiento crítico y cuestionar activamente las fuentes
y la validez de los argumentos que encontramos. Solo así podremos navegar la
complejidad de la información y minimizar el impacto de las falacias en nuestro
razonamiento y en la toma de decisiones.
Claramente exacerbada durante la pandemia, la falacia lógica
del “falso dilema”, la “falsa dicotomía” o “falacia
de blancos y negros”, se ha visto ampliamente utilizada hoy día. Hablamos de un error lógico que
consiste en presentar dos opciones como si fueran las únicas posibilidades, por
lo general mutuamente excluyentes, cuando en realidad existen más alternativas.
Esta falacia intenta obligar a la audiencia a elegir entre dos extremos,
ignorando otras soluciones viables. Una mera representación binaria,
extremadamente reduccionista, profundamente polarizada, y simplista de la
realidad, que es por lo general ampliamente diversa.
Poco apoco la exposición constante a argumentos que utilizan la falacia
del falso dilema puede reforzar el pensamiento dicotómico.
El pensamiento dicotómico es una forma de razonamiento en
la que una persona ve las situaciones en términos de blanco y negro, sin
reconocer los matices y las opciones intermedias. Cuando una persona está
rodeada de discursos que constantemente presentan solo dos opciones, puede
empezar a internalizar esa manera de pensar.
De similar manera que cuando una persona tiene un estilo de pensamiento
dicotómico, es más probable que vea el mundo en términos de opciones
binarias y extremas. Esto predispone a aceptar y utilizar habitualmente la falacia
del falso dilema en sus argumentos.
Este nefasto ciclo de refuerzo mutuo puede crear un entorno
en el que los matices y las alternativas son constantemente ignorados,
dificultando la resolución de problemas complejos. Es un círculo vicioso donde
la simplificación excesiva del pensamiento y los argumentos falaces se
alimentan mutuamente.
Para mitigar esta influencia mutua, se nos hace importante fomentar el pensamiento crítico y la capacidad de considerar múltiples perspectivas. Educar sobre los sesgos cognitivos y las falacias lógicas puede ayudar a identificar y cuestionar estos patrones problemáticos de pensamiento y argumentación.
Diógenes de Sinope (el cínico) con su lámpara de la ilustración,
buscando vida inteligente y ética.
Pero… ¿quiénes son los ciegos?
«Yo solo sé que no sé nada»
Esta famosa frase de Sócrates implica una humildad intelectual
y la importantísima apertura al aprendizaje constante. Es uno de
nuestros principales antídotos para la ignorancia supina, que se
caracteriza por una mente cerrada y una complacencia en la ignorancia como zona
de confort. Reconocer nuestras limitaciones es fundamental para evitar la
ignorancia supina.
Manifiesta la importancia de la búsqueda constante de conocimiento, una
característica de la curiosidad y la autoeficacia. Intenta fomentar una cultura
de aprendizaje y diálogo en la cual se valoran las diferentes perspectivas y se
promueve el pensamiento crítico, alentando la autorreflexión y la educación autodidacta
continua.
"El mayor enemigo del conocimiento no es la
ignorancia, sino la ilusión del conocimiento."
—Stephen Hawking
Sobre todo, ser conscientes de ese inmenso mundo que desconocemos es conditio
sine qua non para desafiar la complacencia intelectual, recordándonos
que siempre hay más por descubrir. Esto nos impulsa a seguir explorando y
cuestionando, evitando así caer en la fatal trampa del efecto
Dunning-Kruger, donde las personas con menos conocimiento en general o
sobre un tema en particular tienden a sobrestimar sus habilidades al respecto. Aceptar
nuestras limitaciones nos motiva a buscar más información y adquirir más
conocimiento, en lugar de creer que ya lo sabemos todo.
"La ignorancia engendra confianza con más
frecuencia que el conocimiento: son aquellos que saben poco, y no los que saben
mucho, los que afirman tan positivamente que este o aquel problema nunca será
resuelto por la ciencia."
—Charles Darwin
En definitiva, reconocer nuestra propia ignorancia no solo nos libera
de la arrogancia, sino que nos impulsa a crecer intelectualmente y a
asumir la responsabilidad de nuestro conocimiento y sus límites. Nos
invita a abrazar la curiosidad y la búsqueda constante de la verdad.
El antídoto contra toda ignorancia supina es la humildad intelectual,
una virtud que nos conecta con el vasto e inagotable universo del saber. No saber implica la persistente curiosidad
por descubrir lo desconocido, una avidez constante por la ilustración
que nos saque de la caverna.
En este sentido: «Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no
todos ignoramos las mismas cosas»
Albert Einstein nos recuerda que todos tenemos áreas de
ignorancia, pero la ignorancia supina ocurre cuando esa
ignorancia es el resultado de no querer aprender ni informarse.
Reconocer nuestra ignorancia es el primer paso para superarla, contrario a la
supina que es un estado de negación.
Otra frase que refleja la humildad intelectual y el reconocimiento
de nuestras limitaciones cognitivas. Subraya la diversidad de
conocimientos dentro de un grupo y cómo compartimos información para reducir
nuestra ignorancia colectiva. Destaca la especialización del
conocimiento en diferentes estratos y roles sociales.
De esta forma, Einstein nos invita a reconocer nuestras limitaciones no
como un defecto (la ignorancia aquí no es una falta), sino como una
oportunidad, un motor para el aprendizaje y el progreso. Al aceptar que no
todos ignoramos las mismas cosas, abrimos la puerta al intercambio de
conocimientos y al fortalecimiento de nuestra vida. Mantener una mente abierta
y un compromiso constante con el conocimiento de la verdad es clave para evitar
caer en la ignorancia supina y para construir una sociedad más informada y
crítica.
"El verdadero conocimiento es conocer la
extensión de la propia ignorancia."
—Confucio
En este punto se resalta la carencia de sentido común
cuando las personas deciden creerle a un «vende humo», dígase,
político, burócrata, periodista, comunicadores sociales, “influencers”,
o cualquiera de sus variantes, opinando sobre temas que se extralimitan abismalmente
de su zona de experticia o conocimientos. No se trata de un ataque ad
hominem como algunos pretenden alegar, sino una denuncia
legítima de su extralimitación, porque además de refutarlo con argumentos quedan
a descubierto mostrando escaso entendimiento. Una denuncia directa al
creciente, pero histórico problema de otorgar credibilidad a
figuras públicas que opinan fuera de su zona de conocimiento reflejando una
desconexión entre el valor real del conocimiento experto y la percepción
social.
Aunque los «vende humo» ofrecen respuestas más que simples (como
sería aplicar la navaja de ockham) en realidad son extremadamente
simplistas, aunque atractivas, su influencia puede tener consecuencias dañinas
para los individuos en sociedad, desde la desinformación hasta la polarización.
Para contrarrestar este
fenómeno, es esencial fomentar el pensamiento crítico, restaurar
la confianza en los expertos y promover una cultura que valore la evidencia
sobre el espectáculo.
Argumentar que alguien no está calificado para opinar sobre un tema
complejo no descalifica su valor en otras áreas, pero sí subraya la importancia
de reconocer los límites y exigir responsabilidad. Recalco que no es razonable
esperar que todos sean expertos en todo, y reconocer la propia falta de
conocimiento es un signo de humildad intelectual. En este sentido, quienes
tienen plataformas públicas tienen una influencia considerable y, con ella, una
responsabilidad ética para evitar difundir desinformación. Sin que se incurra
en la censura o en la represión.
El problema de creer en "vendedores de humo"
refleja un desequilibrio entre la accesibilidad de las plataformas de comunicación
y la preparación necesaria para abordar ciertos temas con responsabilidad moral
y ética. Aunque las figuras públicas tienen derecho a opinar, su
responsabilidad aumenta proporcionalmente con su influencia. Insisto que la
solución real no está en silenciar estas voces, sino en fortalecer la capacidad
del público para discernir entre espectáculo y evidencia, entre carisma y
conocimiento.
El fenómeno de otorgar credibilidad a personas que se extralimitan de su
ámbito de expertise refleja una paradoja reciclada: la popularidad
y el carisma son frecuentemente confundidos con autoridad o
conocimiento. Este problema, podríamos abordarlo como un sesgo de
autoridad mal dirigida, con graves implicaciones para el pensamiento
crítico, la toma de decisiones informadas y el progreso tanto individual como colectivo.
Este fenómeno ocurre cuando las personas atribuyen credibilidad o confianza
en las simples opiniones, de figuras públicas, o incluso expertos especulando fuera
de su área de conocimiento, no por su experiencia en un tema específico, sino
por su posición (estatus, autoridad), fama o habilidades comunicativas. El caso
típico, es creer en una opinión “médica” dada por un actor famoso, un “influencer”
o un político, aunque no tengan formación en medicina.
Este sesgo tiene raíces cognitivas y emocionales como la necesidad
humana de certezas en la que las personas se aferran a figuras que
ofrecen respuestas simples y contundentes, aunque sean erróneas, especialmente
en tiempos de incertidumbre, real o fabricada. Sumado a la confianza en
figuras de poder esa tendencia humana a buscar líderes o modelos generándonos
una predisposición a creer en quienes parecen (aparentan) "tener
control" o "saber más". Predisponiéndonos a la confusión
entre carisma y conocimiento puesto que la habilidad para comunicarse
de manera efectiva o generar empatía es generalmente malinterpretada como
evidencia de competencia.
Para complicar aún más el asunto, el sesgo
de autoridad mal dirigida puede verse amplificado por el efecto
halo (sesgo de halo), que ocurre cuando un rasgo positivo
percibido en una persona (como su atractivo físico, carisma o éxito en un área)
influye en nuestra evaluación de otras características no relacionadas. En
otras palabras, si alguien es reconocido como un experto en un campo (por
ejemplo, un médico), es más probable que las personas le otorguen credibilidad
en otros temas no relacionados, como la investigación científica, las finanzas
o política, debido al efecto halo. En el ámbito público, muchas figuras
carismáticas logran influir más allá de su área de competencia debido a este doble
mecanismo: el halo inicial de su atractivo o fama se combina
con la autoridad mal atribuida.
Un «vende humo» se caracteriza por ofrecer afirmaciones
carentes de sustancia, respaldadas más por carisma, emoción o estrategias de
marketing que por evidencia o conocimiento sólido. Estas figuras suelen
prosperar en sociedades o grupos de personas que priorizan el espectáculo sobre
el contenido, o la ideología política sobre la verdad, especialmente en la era
digital, donde el alcance mediático prima sobre la calidad, y la percepción
triunfa sobre la sustancia.
Es evidente que tanto las redes sociales como los medios masivos amplifican
mensajes simplistas y emocionales, favoreciendo la “viralidad” sobre la
veracidad. La apariencia de conocimiento o autoridad (vestimenta, lenguaje, fama
y/o títulos) puede ser suficiente para convencer a una audiencia desprevenida y
poco crítica.
Ahora les propongo ponerse a prueba a ustedes mismos: analicen si esto es
lo que ocurre con figuras públicas como Robert F. Kennedy Jr., un
abogado (antiguamente ambientalista) y autoproclamado antivacunas que fue
designado para liderar la sanidad en Estados Unidos bajo la administración del
presidente Donald Trump.
Este ejemplo ilustra cómo figuras públicas pueden extralimitarse de su zona
de expertise y amplificar desinformación mediante carisma y retórica
efectiva, aunque carezcan de evidencia científica. Mas adelante entraré a
analizar algunos casos concretos en los que se ha evidenciado el daño que ha
devenido por las acciones particulares de Robert F. Kennedy Jr..
Me temo que muchos lectores seguirán raptados por sus amígdalas
cerebrales, reaccionando visceral y defensivamente, arremetiendo contra
todo lo que aquí expongo, a fin de cuentas, es harto conocido aquello dicho por
Mark Twain:
«Ninguna cantidad de evidencia es suficiente para
convencer a un idiota»
De esta cita emana la esencia de la ignorancia supina: la
negativa a aceptar la verdad o cualquier evidencia, una resistencia al
cambio que refleja no solo rigidez cognitiva, sino
también el temor a cuestionar las propias creencias, a menudo
influenciada por el ego y el temor a admitir errores. La negativa a cambiar de
opinión, incluso ante pruebas irrefutables, es un claro indicio de ignorancia
voluntaria.
La resistencia al cambio no ocurre en el vacío. Está
alimentada por dinámicas psicológicas y sociales de poder y
control social, como el apego a identidades grupales, la polarización
política y la exposición selectiva a información afín a menudo
alimentada por propaganda y desinformación, que pueden mantener a las personas
en la ignorancia. Estos factores refuerzan barreras mentales que
dificultan aceptar nueva información, incluso cuando esta proviene de fuentes
confiables.
Además, figuras como Kennedy Jr. se benefician de estas dinámicas al
posicionarse como líderes "disidentes", apelando a emociones más que
a razonamientos. Para abordar esta resistencia al cambio, no basta con
presentar datos; es fundamental conectar con las emociones subyacentes y
fomentar el pensamiento crítico desde una edad temprana. Solo así
podremos contrarrestar la desinformación y fortalecer la confianza en el
conocimiento basado en evidencia científicas.
Con la alusión al rapto de la amígdala intento dar
explicación a como gran parte de las conductas irracionales humanas revelando
cómo nuestras emociones pueden dominar momentáneamente la razón. Este fenómeno,
aunque natural y evolutivamente adaptativo, tiene implicaciones significativas
en el mundo moderno, donde amenazas percibidas pueden no ser reales, pero
generan respuestas desproporcionadas. Mitigar estos efectos requiere un
esfuerzo consciente por cultivar la inteligencia emocional,
promover el pensamiento crítico y crear entornos menos propensos
a alimentar el caos emocional.
Plantearé mis argumentos en pasos claros: 1) señalo la ausencia de
evidencia científica que respalden las afirmaciones, 2) enfatizo la
importancia del método científico para la obtención del
conocimiento científico como forma más precisa de verdad y 3) explicaré porqué
los argumentos anecdóticos son insuficientes para extraer
conclusiones científicas y demuestra una desconexión con los estándares de la
investigación científica actual.
La ciencia se basa en datos observables y medibles obtenidos a través de experimentos
controlados y estudios rigurosos. Sin estos datos,
cualquier afirmación carece de credibilidad. Las afirmaciones sin evidencia no
pueden ser validadas ni reproducidas, lo que impide su aceptación
en la comunidad científica. La reproducibilidad y la validación son esenciales
para la credibilidad científica.
Los argumentos anecdóticos, aunque pueden ser interesantes y
persuasivos, son insuficientes para extraer conclusiones científicas por varias
razones. Comenzando por el alto grado de subjetividad, dado que las anécdotas
se basan en experiencias individuales, que pueden ser subjetivas y estar
influenciadas por invalidantes sesgos personales.
Los estudios científicos se diseñan para controlar
variables y eliminar sesgos, lo cual no es posible en los relatos
anecdóticos sacados no de un cuerpo de conocimientos acumulados, sino de
historias con datos no controlados.
Las anécdotas suelen implicar un tamaño de muestra extremadamente pequeño
(a veces una sola persona), lo que no permite la generalización de los
resultados. O peor, basarse en la creencia de que “millones de personas”
padecen o presentan el evento sin que esto haya sido medido y comprobado.
Para resolver este problema de la subjetividad y muchísimos otros más, el conocimiento
científico se ha valido de una serie de pasos sistemáticos que aseguran
la objetividad y la reproducibilidad de los hallazgos. Lo que se conoce como el
método científico de ahí que resulte esencial para la adquisición
y validación del conocimiento en el ámbito científico. El método científico
minimiza la subjetividad y los errores al establecer un enfoque sistemático que
prioriza la evidencia verificable y reproducible.
El conocimiento científico: una
construcción basada en la evidencia
Desde los albores de la humanidad, la necesidad de comprender el entorno ha
sido vital para la supervivencia y el progreso. Esta búsqueda, inicialmente
empírica e intuitiva, impulsada por la curiosidad y el temor ante fenómenos
naturales, ha evolucionado hacia un proceso sistemático basado en la
observación, la experimentación y el análisis riguroso: el método
científico. Este enfoque ha sido fundamental para los avances que hoy
transforman nuestra vida, consolidando a la ciencia como una herramienta imprescindible
para resolver problemas y mejorar la calidad de vida.
En sus inicios, el conocimiento humano se limitaba a
interpretaciones rudimentarias del mundo, muchas veces cargadas de
connotaciones sobrenaturales. Fenómenos como eclipses o cometas se atribuían a
fuerzas divinas, reflejando las limitaciones culturales y
tecnológicas de la época. Con el tiempo, la humanidad perfeccionó métodos
más estructurados para investigar las causas de los fenómenos naturales,
pasando de explicaciones simplistas a teorías complejas fundamentadas en
datos observables y medibles.
La ciencia: un pilar de la objetividad y la
reproducibilidad
Lo que distingue al conocimiento científico de otras formas
de saber es su dependencia de la evidencia verificable. Cada afirmación
se somete a rigurosas pruebas mediante experimentos controlados, garantizando
la reproducibilidad de los resultados. Sin evidencia, las ideas carecen de
sustento, y aunque los relatos anecdóticos puedan ser atractivos, no
cumplen con los estándares necesarios para extraer conclusiones científicas
debido a su subjetividad y falta de rigor.
El método científico comienza con la observación controlada de fenómenos,
transformando estas observaciones en preguntas y, posteriormente, en hipótesis
claras. Estas hipótesis, fundamentadas en conocimientos previos, son evaluadas
mediante experimentos diseñados para minimizar sesgos y errores, garantizando
la objetividad y la confiabilidad de los datos obtenidos.
De la observación al conocimiento acumulativo
El progreso científico ha perfeccionado sus herramientas y enfoques para
resolver problemas cada vez más complejos. Hoy, disciplinas como la medicina,
la tecnología y la ingeniería se apoyan en principios derivados del método
científico para generar soluciones prácticas y sostenibles. Este proceso ha
permitido avances que van desde la confiabilidad del transporte aéreo hasta
innovaciones en salud y dispositivos tecnológicos que redefinen nuestra vida
cotidiana, sin que tengamos idea de cómo funcionan.
La investigación científica no solo busca describir o
explicar fenómenos, sino también predecirlos y utilizarlos para diseñar
estrategias que beneficien a la sociedad. En el caso de la salud, los problemas
científicos surgen de las necesidades concretas de las comunidades, como
enfermedades prevalentes o desafíos sanitarios. Por ejemplo, un problema
científico relevante debe cumplir con criterios como magnitud
(cantidad de personas afectadas), trascendencia (impacto social),
vulnerabilidad (capacidad para ser resuelto) y factibilidad
(existencia de recursos y organización para abordar el problema). Estos
criterios aseguran que los recursos (siempre limitados) se destinen a problemas
cuya solución tenga el mayor impacto positivo en el individuo y por ende en la
sociedad.
El proceso científico: un camino hacia la verdad
provisional
El método científico se estructura en tres grandes etapas: observación,
hipótesis y verificación, cada una con un papel
crucial en la búsqueda de la verdad científica.
La primera etapa, la observación, se centra en
recopilar información sobre fenómenos mediante los sentidos o herramientas
especializadas que amplían nuestras capacidades perceptivas. En disciplinas
como la medicina, estas observaciones incluyen el uso de tecnologías avanzadas,
como resonancias magnéticas o microscopios electrónicos, que permiten captar
detalles invisibles para los sentidos humanos.
Estos datos iniciales sirven como base para formular preguntas y
plantear hipótesis fundamentadas, en el segundo paso del método,
donde el investigador intenta explicar las relaciones entre los hechos
observados mediante suposiciones fundamentadas en evidencia previa o
descubrimientos recientes.
Una vez planteada la hipótesis, es esencial diseñar experimentos
adecuados para someterla a prueba. Este diseño incluye la selección de métodos
y controles que minimicen la incertidumbre, el azar y los sesgos, garantizando
la objetividad de los resultados. En esta fase experimental, el valor de los diferentes
tipos de estudios científicos radica en su capacidad para obtener datos
confiables y reproducibles que respalden o refuten la hipótesis planteada. Este
enfoque permite estructurar una investigación rigurosa que no solo responde
preguntas específicas, sino que también abre la puerta a nuevas interrogantes y
avances en el campo de estudio.
Tras los experimentos, los datos experimentales obtenidos se analizan se
extraen conclusiones que confirman o rechazan las hipótesis iniciales.
Los resultados se publican para su validación replicación por parte de la comunidad
científica, y en muchos casos, utilizarlos como base para futuras
investigaciones, lo que fomenta un proceso de retroalimentación
que asegura que el conocimiento no sea estático, sino acumulativo y en
constante evolución. Este carácter dinámico convierte a la ciencia en una
herramienta indispensable para enfrentar los desafíos del presente y del
futuro.
Así, el método científico se consolida como una herramienta clave
para generar soluciones fundamentadas y avanzar en la comprensión de la
realidad, minimizando la subjetividad y promoviendo la confianza en los avances
tecnológicos y científicos que mejoran nuestra vida cotidiana.
La ciencia como aproximación a la verdad
Si bien la ciencia no ofrece certezas absolutas, proporciona un
marco sólido para aproximarse a la verdad de manera sistemática y fundamentada posible
dentro de las limitaciones humanas. A diferencia de sistemas basados en
creencias o dogmas, la ciencia se somete a un escrutinio constante con pruebas
rigurosas, buscando refutar o corroborar sus propias afirmaciones. Este carácter
autocorrectivo fortalece su credibilidad y asegura que los errores sean
identificados y rectificados con el tiempo, lo que refuerza la confianza en los
hallazgos científicos como la representación más objetiva de la realidad en un
momento dado.
El conocimiento científico no es infalible, pero es el método
más eficaz para desentrañar las complejidades de la realidad. Su impacto se
refleja en avances tecnológicos, médicos y sociales que transforman la vida
cotidiana, demostrando que, aunque perfectible, el método científico es nuestra
herramienta más poderosa para construir un futuro más seguro y próspero, por el
momento.
Conclusión: el legado de la ciencia
La ciencia ha sido la base del progreso humano, guiando nuestra comprensión
del mundo con rigor y objetividad. Este conocimiento, construido a lo largo de
siglos de observación y experimentación, no solo amplía nuestros horizontes,
sino que también refuerza nuestra confianza en la capacidad humana para
resolver problemas y superar desafíos. Al basarse en evidencia reproducible y
verificable, la ciencia no solo ilumina el presente, sino que también nos
impulsa hacia un futuro lleno de posibilidades.
La posverdad: El reciclaje del “Culto a la
Ignorancia” en Sociedades Libres bajo la era de Donald Trump y
Robert F. Kennedy Jr.
“There is a cult of
ignorance in the United States, and there always has been. The strain of
anti-intellectualism has been a constant thread winding its way through our
political and cultural life, nurtured by the false notion that democracy means
that “my ignorance is just as good as your knowledge.” —Isaac
Asimov (1980)
Nada de esto es del todo nuevo, el "culto a la ignorancia",
como hace décadas lo describió Isaac Asimov, donde la falta de
conocimiento no solo es tolerada, sino que se celebra, ha encontrado en la
actualidad polarizada y politizada de figuras como Donald Trump y Robert
F. Kennedy Jr. un terreno fértil para su resurgimiento. Isaac Asimov
describió ese fenómeno como una peligrosa corriente en la cultura y la
política, especialmente en sociedades libres como Estados Unidos.
La cita refleja una crítica a la tendencia de equiparar la opinión
informada con la desinformada lo que distorsiona la idea
de democracia al sugerir que todas las opiniones tienen el mismo valor,
independientemente de si están informadas o no. La frase "mi ignorancia
es tan válida como tu conocimiento" encapsula esta falsa
equivalencia, que trivializa el valor del conocimiento experto y
dificulta la toma de decisiones fundamentadas. Asimov argumenta que esta
actitud socava el valor del conocimiento y la educación, y puede
tener consecuencias negativas para la sociedad. En una democracia, la
participación informada es crucial para la toma de decisiones efectivas y
justas.
Esta dinámica se refleja en cómo el anti-intelectualismo se
recicla en ciclos históricos, adaptándose a los contextos modernos y
amplificado por las redes sociales, donde las emociones y las opiniones
infundadas a menudo desplazan la evidencia científica y el razonamiento
crítico. Este culto se manifiesta en la idea errónea de que la
democracia implica que todas las opiniones son igualmente válidas,
independientemente de su base en el conocimiento o la ignorancia.
El anti-intelectualismo, como uno de los pilares de este
culto, tiene raíces complejas que incluyen el miedo a lo desconocido,
la desconfianza en las élites intelectuales y la preferencia
por soluciones simples a problemas intrincados. Este fenómeno se
ve amplificado en la era digital, donde las redes sociales y ciertos medios de
comunicación otorgan un peso desproporcionado a las opiniones populares,
incluso cuando carecen de respaldo científico.
El resultado es un ecosistema de desinformación que dificulta distinguir
entre hechos y opiniones infundadas, erosionando la capacidad de una sociedad
para abordar sus desafíos de manera efectiva y ética.
En el caso de Donald Trump, su retórica populista y simplista
ha promovido una desconfianza generalizada hacia las instituciones científicas,
educativas y gubernamentales. Su manejo de temas como el cambio climático, la
pandemia de COVID-19 y la vacunación refleja una narrativa donde los hechos y
los expertos son descartados en favor de teorías conspirativas y soluciones
fáciles. Trump capitalizó el descontento social y político de millones de
personas, presentándose como un outsider que desafía a las "élites
corruptas" y sus "verdades fabricadas", reforzando la
idea de que el conocimiento experto es innecesario o incluso peligroso.
Por su parte, Robert F. Kennedy Jr. ha contribuido al
reciclaje de este culto desde una postura diferente, pero igualmente dañina. Su
discurso antivacunas, basado en distorsiones de hechos científicos y
apelaciones emocionales, ha perpetuado desinformación que socava la confianza
en la medicina basada en evidencia. Kennedy utiliza un lenguaje de desconfianza
hacia las instituciones de salud pública, alimentando la narrativa de que los
expertos no son fiables y promoviendo la idea de que cualquier opinión, por más
infundada que sea, merece igual consideración que la evidencia científica
acumulada durante décadas.
Robert F. Kennedy Jr. es el presidente de la organización Children's
Health Defense, que ha sido criticada por difundir desinformación sobre la
salud y promover terapias sin respaldo científico. Esta organización ha
experimentado un notable incremento en sus ingresos en los últimos años. En
2022, la organización reportó ingresos de $23.5 millones, un aumento
significativo en comparación con los $6.8 millones de 2020 y los $15 millones
de 2021. Según declaraciones financieras, Kennedy recibió $326,056 en salario y
beneficios de CHD en 2023, antes de tomar licencia para su campaña
presidencial. En años anteriores, su compensación fue de $131,000 en 2017,
aumentando a $345,000 en 2020, y alcanzando $500,000 en 2021 y 2022.
También ha publicado libros y artículos en los que promueve teorías de
conspiración y desinformación sobre temas de salud. Su libro "The
Real Anthony Fauci", publicado en 2021, se convirtió en un éxito
de ventas del New York Times, vendiendo más de un millón de copias. Este es un
claro ejemplo de cómo la desinformación puede adquirir una plataforma
desproporcionada, al punto de que un activista sin formación científica
rigurosa logra empañar la reputación de un científico con un impacto global
en la salud pública. Se trata de un fenómeno absurdo, pero no nuevo: la
posverdad y la proliferación de teorías conspirativas han permitido que figuras
sin credenciales en el ámbito de la medicina o la ciencia desafíen, sin
evidencia sólida, a expertos con décadas de trabajo empírico histórico.
Además de las ventas de libros, Kennedy ha generado ingresos a través de
honorarios por conferencias y apariciones públicas, aunque las cifras exactas
no están disponibles públicamente. Por otra parte, Kennedy ha estado
involucrado en litigios contra compañías farmacéuticas, particularmente en
casos relacionados con vacunas. Ha trabajado como consultor para el bufete de
abogados Wisner Baum, que lidera litigios contra Merck relacionados con la
vacuna Gardasil. Según su acuerdo ético, Kennedy retendría una participación
del 10% de los honorarios adjudicados por la corte, siempre que los casos no
involucren al Departamento de Salud y Servicios Humanos o al gobierno de EE.
UU.
Por último, Kennedy registró la marca "Make America Healthy
Again" (MAHA) para una variedad de productos, incluyendo suplementos,
ropa y criptomonedas, acumulando $100,000 en tarifas de licencia. Estas
actividades han contribuido significativamente a los ingresos de Kennedy,
evidenciando un patrón de lucro asociado a la promoción de información
controvertida y, en muchos casos, desacreditada científicamente.
Robert F. Kennedy Jr. ha sido un personaje central en la propagación de
desinformación sobre salud, vacunas, agroindustria y biotecnología. Su
nombramiento como Secretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos
(HHS) representaría una amenaza significativa para la integridad de las
políticas públicas basadas en evidencia. Su historial de activismo,
caracterizado por litigios contra corporaciones bajo premisas pseudocientíficas
y su promoción de conspiraciones sobre vacunas, transgénicos y productos químicos,
lo convierten en un antagonista de la ciencia establecida. Su impacto negativo
podría manifestarse en el aumento de enfermedades prevenibles, la
desacreditación de la biotecnología agrícola y el debilitamiento de agencias de
salud esenciales para la seguridad nacional e internacional.
«El problema del mundo no es que la gente sepa muy
poco, sino que saben muchas cosas que simplemente no son así.» —Mark
Twain
En la práctica, combatir el anti-intelectualismo y su “culto
a la ignorancia” requiere un esfuerzo concertado para promover la
educación, el pensamiento crítico y el respeto por la evidencia científica
aportada por las ciencias. Esto incluye fomentar el respeto por el conocimiento
experto y la evidencia, y desafiar la idea de que todas las opiniones son
igualmente válidas sin importar su fundamento.
Este modelo subraya que la verdadera fortaleza de una sociedad libre radica
en su capacidad para valorar el conocimiento experto, cuestionar
las falacias y construir soluciones verosímiles basadas en hechos verificables.
Sin este enfoque, la democracia corre el riesgo de convertirse en un campo
fértil para la ignorancia, donde la opinión desinformada puede desplazar
a la verdad.
Recordemos que muchos de los asaltantes al Capitolio el 6 de enero de 2021 actuaron
bajo la convicción, fomentada por desinformación y teorías conspirativas, de
que las elecciones presidenciales habían sido fraudulentas. Desde esta
perspectiva, se veían a sí mismos como defensores de la democracia y la
libertad, creyendo erróneamente que sus acciones eran necesarias para preservar
los valores fundamentales de su país por lo que sus acciones no solo
contravinieron la ley, sino que también atentaron contra los principios mismos
que dicen defender.
Este fenómeno, conocido como realidad construida, refleja
cómo las creencias individuales o grupales pueden desalinearse por
completo de los hechos objetivos, especialmente en un entorno polarizado y
saturado de desinformación.
El peligro del patriotismo mal entendido y la manipulación de la
información por parte de figuras con agendas personales o económicas nos
recuerda que la ignorancia no es simplemente una carencia de información,
sino que muchas veces es una elección activa de creer lo que es cómodo en lugar
de lo que es cierto.
Este episodio destaca la necesidad de fortalecer la educación cívica,
combatir la desinformación y promover un entendimiento crítico del patriotismo,
basado en el respeto por las instituciones democráticas y los derechos de todos
los ciudadanos. Sin estos elementos, el patriotismo puede convertirse en una
herramienta peligrosa para justificar el extremismo y socavar la democracia.
La entrevista a la que hace referencia se encuentra aquí:
https://youtu.be/4bIonpIuMlo?si=9cJyqJv-wSQQoFUH
Continúa... Referencias bibliográficas al final de la sugunda parte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario